Escalera Sagrado Corazón 03/10/1997
Hace algunos años subía la escalera del Sagrado Corazón y recordaba la estructura que tenía la antigua de los años 20, según sabíamos de pequeños. La escalera tal y como estaba era un meódromo público donde las vejigas con apretujamientos e incontinencias se desahogaban en el rincón del primer rellano, según se subía a la izquierda. El segundo era más amplio y había que tener muy poca vista o vergüenza meona para hacerlo tan al aire.
Esa escalera, me refiero a la antigua, tenía una baranda con los marmolillos panzudos donde los niños del colegio de Don Isidro (colegio de la Iglesia) y los de Ataque Seco, hoy España, y luego preguntaré por qué le cambiaron el nombre a mi colegio, sacábamos las cabezas, bueno, quien pudiera sacarla, porque algunos teníamos una perola que para pelarnos, un barbero decía que le hacía falta una vespa para recorrerla, sin mirar la viga que tenía él mismo y fijándose en la paja de los demás. Un poco exagerado si que era, pero ya saben que en Melilla tenemos un 99,99º de andalucismo tendente a la exageración. Recuerdo que ese mismo fígaro mosqueón lo era un rato el tío. Parecía que llevaba su cabeza como un castigo, por lo gorda y pesada que debía ser. Algunos parroquianos le decían que recién pelado su "melondra" era el campo de aviación de Zeluán.
Con lo del fígaro se me ha ido el santo al cielo y no me gustaría dejar el comentario central. La escalera hoy día tal y como está resulta un poquitín cutre y perdonen el proyectista y arquitecto. Ésa es mi opinión humilde pero con todos mis derechos a expresarla. Quizás los resbalones ya no sean tan continuos como en la otra de estilo modernista. El mármol o terrazo rubio oscuro, tan brillante que se ponía cuando le caían cuatro gotas, no era tan feo. Esta es recta y más de un jubilado se lo piensa antes de emprender la escalada hacia el colegio con los peldaños rasposos, aunque puede ser que si te resbalas podrías llegar hasta el kiosco dando culazos, como pude ver un día de verano le ocurrió a un hombre joven. Pero lo que más se advierte, y esto mucha gente lo recordará, y se alegrará, es la ausencia de la puerta del refugio que se comunicaba con la calle de la antigua fábrica de la luz. Mi generación casi llegó a conocer el emplazamiento de esa fábrica y el refugio que rodea la Iglesia por su interior, muy similar al que existe en la calle de Castellón de la Plana. Que hagan memoria los vecinos de esa calle y verán que pegado al monte de la batería de costa existían dos entradas, una frente al callejón de Pepe Matías y la otra al final frente a Bernardino de Mendoza, muy cerca del Cementerio.
Tengo que dejar claro que el rebautizar a mi colegio Ataque Seco con el nombre de España no me molesta en absoluto. La palabra España es la madre Patria, y como madre hay que amarla y respetarla, pero muy dentro de mí siento un poquitín de pena. El colegio tan vetusto y entrañable con su conserje, Villalta, enjuto y serio con los niños, repartiendo la leche en polvo made in usa de sabor asqueroso y pegajoso en el patio junto a la fuente chiquitilla por si algún niño le daba por vomitarla cayera en el sumidero. Don Domingo Pérez Morán, su director con su acento castellano muy cultivado, Don José Sánchez del Rosal y Don Cristóbal Gámez, uno de los maestros que más huellas han dejado en varios cursos, mas bien diría generaciones. Quizás exista aún en algún rincón del colegio un tablero luminoso que bajo la atenta mirada de Don Cristobal hicimos en el curso del 54 o 55 los de la 4ª clase. El tablero tenía un entramado de cables que muchos llegamos a dominarlo. Se componía de las distintas producciones mineras, eléctricas y agropecuarias de la Península, y con solo pulsar un interruptor donde había dibujada una vaca se encendía la región asturiana. Hoy existen juguetes muy sofisticados muy superiores en tecnología a aquél, pero en los años 50 lo mas sofisticado que teníamos los niños era el "Cinexín", y contados eran los chaveas que podían disfrutarlo. La gran mayoría nos conformábamos viendo los "muñequitos" que proyectaban los domingos por las tardes en lo alto del edificio donde existía una tienda de discos muy famosa en la Avenida, o los matinales del Nacional o Monumental donde el ambigú no vendían tabaco a los niños, solo caramelos, pero sí que permitían fumar a los mayores a escondidas en la sala durante la proyección.
Como esto es solamente un comentario nostálgico en recuerdo de uno de los colegios más antiguos de la Melilla moderna, me permito decir a los que mandan que el nombre de España se lo debían haber adjudicado a otro de nueva creación que seguramente haría falta en la ciudad. Porque un colegio, templo del saber, siempre es necesario y los discípulos lo recordamos con cariño, algo de nostalgia por querer ser siempre niños y los profesores sentir el orgullo de haber llenado las mentes infantiles de todo lo mejor que ellos saben y sienten. Sirva este comentario como un pequeño y humilde homenaje al Colegio de Ataque Seco y a los maestros de la década de los 50.
Reciban un saludo
Esa escalera, me refiero a la antigua, tenía una baranda con los marmolillos panzudos donde los niños del colegio de Don Isidro (colegio de la Iglesia) y los de Ataque Seco, hoy España, y luego preguntaré por qué le cambiaron el nombre a mi colegio, sacábamos las cabezas, bueno, quien pudiera sacarla, porque algunos teníamos una perola que para pelarnos, un barbero decía que le hacía falta una vespa para recorrerla, sin mirar la viga que tenía él mismo y fijándose en la paja de los demás. Un poco exagerado si que era, pero ya saben que en Melilla tenemos un 99,99º de andalucismo tendente a la exageración. Recuerdo que ese mismo fígaro mosqueón lo era un rato el tío. Parecía que llevaba su cabeza como un castigo, por lo gorda y pesada que debía ser. Algunos parroquianos le decían que recién pelado su "melondra" era el campo de aviación de Zeluán.
Con lo del fígaro se me ha ido el santo al cielo y no me gustaría dejar el comentario central. La escalera hoy día tal y como está resulta un poquitín cutre y perdonen el proyectista y arquitecto. Ésa es mi opinión humilde pero con todos mis derechos a expresarla. Quizás los resbalones ya no sean tan continuos como en la otra de estilo modernista. El mármol o terrazo rubio oscuro, tan brillante que se ponía cuando le caían cuatro gotas, no era tan feo. Esta es recta y más de un jubilado se lo piensa antes de emprender la escalada hacia el colegio con los peldaños rasposos, aunque puede ser que si te resbalas podrías llegar hasta el kiosco dando culazos, como pude ver un día de verano le ocurrió a un hombre joven. Pero lo que más se advierte, y esto mucha gente lo recordará, y se alegrará, es la ausencia de la puerta del refugio que se comunicaba con la calle de la antigua fábrica de la luz. Mi generación casi llegó a conocer el emplazamiento de esa fábrica y el refugio que rodea la Iglesia por su interior, muy similar al que existe en la calle de Castellón de la Plana. Que hagan memoria los vecinos de esa calle y verán que pegado al monte de la batería de costa existían dos entradas, una frente al callejón de Pepe Matías y la otra al final frente a Bernardino de Mendoza, muy cerca del Cementerio.
Tengo que dejar claro que el rebautizar a mi colegio Ataque Seco con el nombre de España no me molesta en absoluto. La palabra España es la madre Patria, y como madre hay que amarla y respetarla, pero muy dentro de mí siento un poquitín de pena. El colegio tan vetusto y entrañable con su conserje, Villalta, enjuto y serio con los niños, repartiendo la leche en polvo made in usa de sabor asqueroso y pegajoso en el patio junto a la fuente chiquitilla por si algún niño le daba por vomitarla cayera en el sumidero. Don Domingo Pérez Morán, su director con su acento castellano muy cultivado, Don José Sánchez del Rosal y Don Cristóbal Gámez, uno de los maestros que más huellas han dejado en varios cursos, mas bien diría generaciones. Quizás exista aún en algún rincón del colegio un tablero luminoso que bajo la atenta mirada de Don Cristobal hicimos en el curso del 54 o 55 los de la 4ª clase. El tablero tenía un entramado de cables que muchos llegamos a dominarlo. Se componía de las distintas producciones mineras, eléctricas y agropecuarias de la Península, y con solo pulsar un interruptor donde había dibujada una vaca se encendía la región asturiana. Hoy existen juguetes muy sofisticados muy superiores en tecnología a aquél, pero en los años 50 lo mas sofisticado que teníamos los niños era el "Cinexín", y contados eran los chaveas que podían disfrutarlo. La gran mayoría nos conformábamos viendo los "muñequitos" que proyectaban los domingos por las tardes en lo alto del edificio donde existía una tienda de discos muy famosa en la Avenida, o los matinales del Nacional o Monumental donde el ambigú no vendían tabaco a los niños, solo caramelos, pero sí que permitían fumar a los mayores a escondidas en la sala durante la proyección.
Como esto es solamente un comentario nostálgico en recuerdo de uno de los colegios más antiguos de la Melilla moderna, me permito decir a los que mandan que el nombre de España se lo debían haber adjudicado a otro de nueva creación que seguramente haría falta en la ciudad. Porque un colegio, templo del saber, siempre es necesario y los discípulos lo recordamos con cariño, algo de nostalgia por querer ser siempre niños y los profesores sentir el orgullo de haber llenado las mentes infantiles de todo lo mejor que ellos saben y sienten. Sirva este comentario como un pequeño y humilde homenaje al Colegio de Ataque Seco y a los maestros de la década de los 50.
Reciban un saludo
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