martes, enero 03, 2006

Capona 03/10/1997

La palabra Caponera según nuestro diccionario, entre otras cosas, dice: "Sitio o casa en que alguno halla conveniencia, asistencia o regalo sin costa alguna".

Según comentaban personas muy ancianas, algunas ya fallecidas, en Melilla existían las Caponas. éstas eran realmente las raciones de etapa, 30 días, de un soldado en Africa. Al decir soldado me refiero a todas las graduaciones. Como es lógico cada graduación tenía su Capona o ración, existiendo los pícaros o buitres civiles que especulaban con ellas debido a las perentorias necesidades monetarias de los destinatarios.

También debían presentar un aval para entrar en la ciudad todas las familias procedentes de la Península, siendo una gran mayoría del sur, y presentado por algún familiar o amigo ya residente en Melilla, de moral y comportamiento intachable, aunque alguna vez se colaba alguien de vida licenciosa que  hacía sus agostos, como los que especulaban con las Caponas destinadas a éstas familias necesitadas. También habían muchos militares  altruistas que lo daban sin nada a cambio.

Y como los españoles le sacamos punta a todo, y mas a lo que huele a bicoca o ha algo regalado, como anécdota diré que también éra apodado "Capón" un gitano, herrero, que malvivía en las barracas de San Francisco, donde un guasón "castellano" y andaluz contemporáneo, decía que éra, por ser tan pobre y tantos niños a su cargo, el que mas caponas apañaba entonces, de ahí el llamarle Capón. A una amiga suya, mujer humilde y de buenos hechos, le dedicaron unos versos a raiz de una de las muchas escapadas jaraneras que hacía el Capón, en los que le decían: "Llora la Carmen, llora/ porque se le ha ido su Capón/ y la pobre se ha quedado muy sola"/.

Capón como sabrán, es un animal castrado, que una vez que se queda sin sus atributos engorda para que produzca mas carne al ser sacrificado. Nuestra Capona era todo lo contrario. Al caparla o aligerarla de peso antes de ser repartida a los destinatarios necesitados, como es lógico no engordaba, sino que mermaba, o sea que éra una Caponera capada. Pienso que mas de una pequeña fortuna de aquellos años se hizo a base de caponear, mangar roldanescamente, me ha salido fetén la palabreja, a todo desgraciado que podían satearle lo poco o mucho que le daba el Estado por su esfuerzo a españolizar una tierra desconocida y en plena ebullición guerrera. La palabra colonizar puede dar motivos de equívocos por las connotaciones de Colonia, así que españolizar me gusta mas. Y además las penas arrastradas desde sus tierras de origen, dejando a sus espaldas mucha ruina y nada de beneficio, como los malagueños arribados a Melilla en la primera década de éste siglo debido a las riadas que hubo en su ciudad.
    

No crean que las auditorias se han inventado en éstos tiempos, inspeccionando y fiscalizandolo todo, a veces con una desconfianza rallana en la acusación al inspeccionado, también hubo en siglos pasados una especie de auditoria que era llamada Juicio de Residencia, consistiendo ésta en la visita de un inspector con atribuciones y plenos poderes del Rey que en llegando a la Plaza todo el mundo se echaba a temblar, bueno, quiero decir los pequeños Roldanes, los que caponeaban a la intendencia dejando a dos velas a casi toda la población. En "Melillerias", página 115, Constantino Dominguez lo describe muy bién al referirse a la visita que Don Juan de Silva y Sotomayor, Comendador de Villarrubia y de Calatrava hizo a Melilla siendo Gobernador Don Pedro Venegas de Cordoba. Por lo visto, éste Silva puso patas arriba a todo el mundo, mandando a presídio a gente que habían caponeado y apropiado de lo ajeno. Yo pienso, que en ìèlos tiempos que nos está tocando vivir harían falta varios Silvas y Sotomayor provistos de máquinitas como los marcapasos, dejando acopladas a su marcha de la inspección, a la axila del recién inspeccionado, para que cada vez que le diera la vena de apropiarse de lo ajeno saliera una aguja del aparatito y le diera tal pinchazo que no le quedaran ganas durante una buena temporada. Sin que sirva de burla y cachondeo, por la seriedad que comporta el hecho, se imaginan, que en un pleno de un ayuntamiento cualquiera y en un momento dado algún edíl levantase el brazo de un zarpazo y el compañero de al lado le preguntara porqué hizo ése gesto: " es que tengo un golondrino en el sobaco con muy mala leche y me dá unos pinchazos quepaqué". El otro, el muy ladino, que también tiene el mismo aparatito, y ha aguantado estóicamente el sablazo sin apenas levantar el brazo, saliéndosele dos lagrimones como puños un rato antes, piensa: " y una mierda, que ya estabas pensando en la manteca billetosa que te reportaría si el permiso de obra que estamos debatiendo fuese para algún amiguete tuyo". Yo propongo, cuando las ciencias adelanten sin que sean una barbaridad, que se fabriquen aparatos como ésos y además que lleven incorporado un mentirómetro, para la detección de las mentiras en los momentos álgidos de los mítines. Y un tontímetro o gilipollímetro, por las tonterias y gilipolleces que puedan llegar a decir en ésos mismos momentos de euforia mitinera, con desodorante incorporado, sin que dañe a la capa de ozono por lo de los olores y la ecología, todo ello en un chip. Y en las campañas electorales lo lleven obligatoriamente todos los políticos del arco parlamentario, verificando su colocación y levantando acta un notario pagado por los opositores políticos, para que no haya mosqueo. Se acabarían los Roldanes y demás basca de chupópteros libadores de la miel de Papá Estado, quedando sólo los políticos de buena fe, que me consta los hay y muy buenas personas que son, y no nombro a nadie por el que diran. éstos aparatos deben ser gratis y repartidos a todo aquél que maneje cosas del Erario, que también es de todos. El ex del Banco de España, aquél que daba pena de cómo lo acorralaron en el Congreso, fumando mas que un indio mosqueado, el Roldán de risa falsa, calvorota, de barba rala y cabeza amelonada y tantos como ellos que hay por ésos caminos del dinero guarro, con todos los respetos a los cerdos por ser éstos unos animales que gustan hasta los andares, en éste caso, aquéllos deberían tener el brazo como una diana de dardos, todo lleno de pinchazos. Que se jodan, por malos.
    
Lo del tontímetro es una hipotética tontería, pero apuesto que mas de uno cambiaría de trabajo si le obligaran a llevar en su axila un cacharrito de ésos. Conste que sería inocuo y no dejaría secuelas.