Difuntos 19/05/1998
El dia de los difuntos en Melilla, al igual que en todas las
ciudades de nuestro pa¡s, visten de gala a sus muertos arreglando
sus tumbas y dejandolas bien floridas y ajardinadas. Mi primo
Juan, el de mi tia Virginia, era un ni¤o muy moreno y canijo,
ahora es un hombre algo gordo y cetrino, naci¢ en Drius
justamente dos a¤os despu‚s que yo, el 15 Octubre 1948. Entre los
dos formabamos un duo que, si bien eramos disciplinados y
educados con todo el mundo, en nuestras conversaciones ¡ntimas
dec¡amos "picard¡as", con menos vergenza que el rabo de una
vaca, seg£n nuestras madres, hermanas ellas. Esa expresi¢n pod¡a
ser por el poco cuidado que ponen ‚stos animales al hacer sus
deposiciones excrementosas, y como queda el apartamoscas, como
dec¡a un amigo, despu‚s de tal desahogo, o sea, asqueroso.
Eran unos dias de Octubre del 54, hac¡a varios que
cumplimos a¤os. En el cementerio de Melilla siempre hubo la
costumbre que hac¡a poca gracia a los ni¤os de las calles
Castell¢n y Duque de la Torre, a prop¢sito, a ver si alguien del
Ayuntamiento me dice porqu‚ le cambiaron el nombre a ‚sta £ltima,
y en qu‚ a¤o, y con ‚sta van dos preguntas a los dirigentes del
palacio municipal. La primera era porqu‚ no hab¡a una placa bien
llamativa del ingeniero proyectista del parque Hernandez Don
Vicente Garcia del Campo. La costumbre ‚ra que la entrada al
cementerio nos estaba vedada si ibamos solos, creo que el se¤or
Frasquito, conserje del cementerio ten¡a algo que ver en ello. La
expresi¢n de mandar a casa Frasquito a alguien latoso, o cuando
le dec¡an a uno que ten¡a permiso de dicho se¤or, era que
deseaban que se muriera o que le quedaban pocos dias. Ahora,
cuando te ven las orejas blancas, te dicen que te quedan tres
telediarios para que se te olvide de respirar. Las malas lenguas
dec¡an que estropeabamos las tumbas y lo romp¡amos todo, mentira
podrida, lo que de verdad hac¡amos era culturizarnos en la
lectura de nombres y fechas her¢icas, epitafios gloriosos y la
admiraci¢n de una estatua de una ni¤a desnuda y arrodillada en
un coj¡n toda en marmol, con apellido conocido en Melilla, y con
un dedo, al parecer partido. Dec¡an que muri¢ a consecuencia de
una infecci¢n en ese dedo. El caso es que el admirar a esa ni¤a
siempre nos dejaba pensativos y algo tristes, la fogosidad
infantil que hab¡a en m¡ se relentizaba cada vez que pasaba por
esa calle del patio bajo, y a£n hoy en dia cuando visito a mis
muertos me conmuevo al ver esa sonrisa de angel en marmol.
Lo que se nos ocurri¢ aquel d¡a fue, que estando la tarde
anterior en la puerta del cementerio viendo pasar a tanta gente
que entraba y sal¡a con escobas y cubos, las fregonas vinieron
despu‚s, llenos de flores, fu‚ una obra muy digna y de respeto
hacia nuestros familiares falecidos. Acordamos entrar por la
tapia del patio de la Legi¢n, situada cerca de la antigua fuente,
por la puerta ya dijimos que no hab¡a nada que hacer. Nuestro
objetivo era arreglar y adecentar la tumba de nuestro abuelo,
padre de nuestras madres y que no llegamos a conocer. Nada mas
llegar a la tumba nos pusimos con todo nuestros esfuerzos a la
limpieza de la misma. Algunas personas nos ayudaron con sus cubos
llenos de agua, desde una fuente cercana, a llevarlos hasta la
tumba. Cuando estaba toda fregada, reluciente y brillante,
veiamos que las dem s estaban llenas de macetas con flores
tra¡das desde otros jardines, o compradas en la Ca¤ada, Castelar
o junto al urinario que exist¡a frente a la puerta del
cementerio. A¤os mas tarde quitaron ‚ste porque, dec¡an, era
antiest‚tico y hac¡an cosas feas algunos deprabados. La persona
que tenga ganas de miccionar o incontinencia en la vejiga las
tendr que pasar canutas. Nos miramos y nos le¡mos nuestras
peque¤as mentes, y acto seguido empezamos a trasladar de otras
tumbas flores y macetas a la de nuestro abuelo, que mas bi‚n iba
pereciendose a la de un difunto enterrado ese mismo dia, y en
verdad que daba el pego, porque llegamos incluso a ponerle una Šcorona en la que dec¡a: "Tus nietos no te olvidan". Cuarenta a¤os
despu‚s no recuerdo si el primo Juan anduvo buscando la corona
con la frase de unos nietos que no olvidan a su abuelo, sin haber
llegado a conocerlo, o fu‚ la casualidad la que se nos present¢
aquel d¡a, mas bi‚n creo que fu‚ lo £ltimo.
Todo ‚ste esfuerzo nos llev¢ la ma¤ana entera, siendo la
admiraci¢n de muchos familiares de vecinos de mi abuelo,"...que
ni¤os mas apa¤ados.." decian, y a la hora del almuerzo nos fuimos
tan contentos y dichosos de haber puesto la tumba de ‚ste como un
verdadero jard¡n, con tantos ramos y macetas encima de la l pida,
y como colof¢n la corona con su lazo negro de "tus nietos no te
olvidan". No me digan que eso no es cari¤o en el recuerdo a un
abuelo, padre de nuestras madres.
Al dia siguiente me encontraba con mi madre en casa de la
suya, mi abuela, viuda del que le pusimos la tumba hecha un
zarzillo. Era por la tarde y mi madre comentaba con la tia
Virginia, mas bien le preguntaba, si ‚sta hab¡a estado en el
cementerio arreglando la tumba de papa, extra¤ ndose que tuviera
tantas flores, y "..fijate Virginia, me han dicho que tiene
hasta una corona". Ya iba a decir con toda mi inocencia y candor
que entre el primo Juan y yo fuimos los artifices de tan
ajardinada tumba, cuando el duendecillo de la alarma me dec¡a
alocadamente, siseandome al oido, que lo del cementerio no estuvo
bien, y sabiendo que al final mi madre lo descubrir¡a, sal¡
corriendo como alma en pena en busca de mi primo y socio para
prevenirle de la tormenta que se nos ca¡a encima. A mi se me
dilat¢ la vejiga en la carrera que me pegu‚ para avisar al primo
Juan, y la agita amarilla rodaba por mis piernas llenas de
porrazos y moratones a¤ejos. A ‚ste le di¢ por emigrar a
Cabrerizas enfundado en un abrigo corto, mas tarde me dijo que
hab¡a llegado, andando, hasta Regulares, hoy Legi¢n, creyendo que
eso iba a apaciguar la tormenta. Al final todo qued¢ en unos
pellizcos en plan blanditos por parte de mi madre, y alguna
carrera de mi tia en pos de mi primo. El cari¤o hacia los abuelos
debe ser el reflejo que recibimos de sus hijos, nuestros padres.
Reciban un saludo.
ciudades de nuestro pa¡s, visten de gala a sus muertos arreglando
sus tumbas y dejandolas bien floridas y ajardinadas. Mi primo
Juan, el de mi tia Virginia, era un ni¤o muy moreno y canijo,
ahora es un hombre algo gordo y cetrino, naci¢ en Drius
justamente dos a¤os despu‚s que yo, el 15 Octubre 1948. Entre los
dos formabamos un duo que, si bien eramos disciplinados y
educados con todo el mundo, en nuestras conversaciones ¡ntimas
dec¡amos "picard¡as", con menos vergenza que el rabo de una
vaca, seg£n nuestras madres, hermanas ellas. Esa expresi¢n pod¡a
ser por el poco cuidado que ponen ‚stos animales al hacer sus
deposiciones excrementosas, y como queda el apartamoscas, como
dec¡a un amigo, despu‚s de tal desahogo, o sea, asqueroso.
Eran unos dias de Octubre del 54, hac¡a varios que
cumplimos a¤os. En el cementerio de Melilla siempre hubo la
costumbre que hac¡a poca gracia a los ni¤os de las calles
Castell¢n y Duque de la Torre, a prop¢sito, a ver si alguien del
Ayuntamiento me dice porqu‚ le cambiaron el nombre a ‚sta £ltima,
y en qu‚ a¤o, y con ‚sta van dos preguntas a los dirigentes del
palacio municipal. La primera era porqu‚ no hab¡a una placa bien
llamativa del ingeniero proyectista del parque Hernandez Don
Vicente Garcia del Campo. La costumbre ‚ra que la entrada al
cementerio nos estaba vedada si ibamos solos, creo que el se¤or
Frasquito, conserje del cementerio ten¡a algo que ver en ello. La
expresi¢n de mandar a casa Frasquito a alguien latoso, o cuando
le dec¡an a uno que ten¡a permiso de dicho se¤or, era que
deseaban que se muriera o que le quedaban pocos dias. Ahora,
cuando te ven las orejas blancas, te dicen que te quedan tres
telediarios para que se te olvide de respirar. Las malas lenguas
dec¡an que estropeabamos las tumbas y lo romp¡amos todo, mentira
podrida, lo que de verdad hac¡amos era culturizarnos en la
lectura de nombres y fechas her¢icas, epitafios gloriosos y la
admiraci¢n de una estatua de una ni¤a desnuda y arrodillada en
un coj¡n toda en marmol, con apellido conocido en Melilla, y con
un dedo, al parecer partido. Dec¡an que muri¢ a consecuencia de
una infecci¢n en ese dedo. El caso es que el admirar a esa ni¤a
siempre nos dejaba pensativos y algo tristes, la fogosidad
infantil que hab¡a en m¡ se relentizaba cada vez que pasaba por
esa calle del patio bajo, y a£n hoy en dia cuando visito a mis
muertos me conmuevo al ver esa sonrisa de angel en marmol.
Lo que se nos ocurri¢ aquel d¡a fue, que estando la tarde
anterior en la puerta del cementerio viendo pasar a tanta gente
que entraba y sal¡a con escobas y cubos, las fregonas vinieron
despu‚s, llenos de flores, fu‚ una obra muy digna y de respeto
hacia nuestros familiares falecidos. Acordamos entrar por la
tapia del patio de la Legi¢n, situada cerca de la antigua fuente,
por la puerta ya dijimos que no hab¡a nada que hacer. Nuestro
objetivo era arreglar y adecentar la tumba de nuestro abuelo,
padre de nuestras madres y que no llegamos a conocer. Nada mas
llegar a la tumba nos pusimos con todo nuestros esfuerzos a la
limpieza de la misma. Algunas personas nos ayudaron con sus cubos
llenos de agua, desde una fuente cercana, a llevarlos hasta la
tumba. Cuando estaba toda fregada, reluciente y brillante,
veiamos que las dem s estaban llenas de macetas con flores
tra¡das desde otros jardines, o compradas en la Ca¤ada, Castelar
o junto al urinario que exist¡a frente a la puerta del
cementerio. A¤os mas tarde quitaron ‚ste porque, dec¡an, era
antiest‚tico y hac¡an cosas feas algunos deprabados. La persona
que tenga ganas de miccionar o incontinencia en la vejiga las
tendr que pasar canutas. Nos miramos y nos le¡mos nuestras
peque¤as mentes, y acto seguido empezamos a trasladar de otras
tumbas flores y macetas a la de nuestro abuelo, que mas bi‚n iba
pereciendose a la de un difunto enterrado ese mismo dia, y en
verdad que daba el pego, porque llegamos incluso a ponerle una Šcorona en la que dec¡a: "Tus nietos no te olvidan". Cuarenta a¤os
despu‚s no recuerdo si el primo Juan anduvo buscando la corona
con la frase de unos nietos que no olvidan a su abuelo, sin haber
llegado a conocerlo, o fu‚ la casualidad la que se nos present¢
aquel d¡a, mas bi‚n creo que fu‚ lo £ltimo.
Todo ‚ste esfuerzo nos llev¢ la ma¤ana entera, siendo la
admiraci¢n de muchos familiares de vecinos de mi abuelo,"...que
ni¤os mas apa¤ados.." decian, y a la hora del almuerzo nos fuimos
tan contentos y dichosos de haber puesto la tumba de ‚ste como un
verdadero jard¡n, con tantos ramos y macetas encima de la l pida,
y como colof¢n la corona con su lazo negro de "tus nietos no te
olvidan". No me digan que eso no es cari¤o en el recuerdo a un
abuelo, padre de nuestras madres.
Al dia siguiente me encontraba con mi madre en casa de la
suya, mi abuela, viuda del que le pusimos la tumba hecha un
zarzillo. Era por la tarde y mi madre comentaba con la tia
Virginia, mas bien le preguntaba, si ‚sta hab¡a estado en el
cementerio arreglando la tumba de papa, extra¤ ndose que tuviera
tantas flores, y "..fijate Virginia, me han dicho que tiene
hasta una corona". Ya iba a decir con toda mi inocencia y candor
que entre el primo Juan y yo fuimos los artifices de tan
ajardinada tumba, cuando el duendecillo de la alarma me dec¡a
alocadamente, siseandome al oido, que lo del cementerio no estuvo
bien, y sabiendo que al final mi madre lo descubrir¡a, sal¡
corriendo como alma en pena en busca de mi primo y socio para
prevenirle de la tormenta que se nos ca¡a encima. A mi se me
dilat¢ la vejiga en la carrera que me pegu‚ para avisar al primo
Juan, y la agita amarilla rodaba por mis piernas llenas de
porrazos y moratones a¤ejos. A ‚ste le di¢ por emigrar a
Cabrerizas enfundado en un abrigo corto, mas tarde me dijo que
hab¡a llegado, andando, hasta Regulares, hoy Legi¢n, creyendo que
eso iba a apaciguar la tormenta. Al final todo qued¢ en unos
pellizcos en plan blanditos por parte de mi madre, y alguna
carrera de mi tia en pos de mi primo. El cari¤o hacia los abuelos
debe ser el reflejo que recibimos de sus hijos, nuestros padres.
Reciban un saludo.
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