domingo, enero 08, 2006

Difuntos 19/05/1998

El dia de los difuntos en Melilla, al igual que en todas las 
ciudades de nuestro pa¡s, visten de gala a sus muertos arreglando 
sus tumbas y dejandolas bien floridas y ajardinadas. Mi primo 
Juan, el de mi tia Virginia, era un ni¤o muy moreno y canijo, 
ahora es un hombre algo gordo y cetrino, naci¢ en Drius 
justamente dos a¤os despu‚s que yo, el 15 Octubre 1948. Entre los 
dos formabamos un duo que, si bien eramos disciplinados y 
educados con todo el mundo, en nuestras conversaciones ¡ntimas 
dec¡amos "picard¡as", con menos vergenza que el rabo de una 
vaca, seg£n nuestras madres, hermanas ellas. Esa expresi¢n pod¡a 
ser por el poco cuidado que ponen ‚stos animales al hacer sus 
deposiciones excrementosas, y como queda el apartamoscas, como 
dec¡a un amigo, despu‚s de tal desahogo, o sea, asqueroso.
Eran unos dias de Octubre del 54, hac¡a varios que 
cumplimos a¤os. En el cementerio de Melilla siempre hubo la 
costumbre que hac¡a poca gracia a los ni¤os de las calles 
Castell¢n y Duque de la Torre, a prop¢sito, a ver si alguien del 
Ayuntamiento me dice porqu‚ le cambiaron el nombre a ‚sta £ltima, 
y en qu‚ a¤o, y con ‚sta van dos preguntas a los dirigentes del 
palacio municipal. La primera era porqu‚ no hab¡a una placa bien 
llamativa del ingeniero proyectista del parque Hernandez Don 
Vicente Garcia del Campo. La costumbre ‚ra que la entrada al 
cementerio nos estaba vedada si ibamos solos, creo que el se¤or 
Frasquito, conserje del cementerio ten¡a algo que ver en ello. La 
expresi¢n de mandar a casa Frasquito a alguien latoso, o cuando 
le dec¡an a uno que ten¡a permiso de dicho se¤or, era que 
deseaban que se muriera o que le quedaban pocos dias. Ahora, 
cuando te ven las orejas blancas, te dicen que te quedan tres 
telediarios para que se te olvide de respirar. Las malas lenguas 
dec¡an que estropeabamos las tumbas y lo romp¡amos todo, mentira 
podrida, lo que de verdad hac¡amos era culturizarnos en la 
lectura de nombres y fechas her¢icas, epitafios gloriosos y la 
admiraci¢n de una estatua de una ni¤a desnuda y arrodillada en 
un coj¡n toda en marmol, con apellido conocido en Melilla, y con 
un dedo, al parecer partido. Dec¡an que muri¢ a consecuencia de 
una infecci¢n en ese dedo. El caso es que el admirar a esa ni¤a 
siempre nos dejaba pensativos y algo tristes, la fogosidad 
infantil que hab¡a en m¡ se relentizaba cada vez que pasaba por 
esa calle del patio bajo, y a£n hoy en dia cuando visito a mis 
muertos me conmuevo al ver esa sonrisa de angel en marmol.
Lo que se nos ocurri¢ aquel d¡a fue, que estando la tarde 
anterior en la puerta del cementerio viendo pasar a tanta gente 
que entraba y sal¡a con escobas y cubos, las fregonas vinieron 
despu‚s, llenos de flores, fu‚ una obra muy digna y de respeto 
hacia nuestros familiares falecidos. Acordamos entrar por la 
tapia del patio de la Legi¢n, situada cerca de la antigua fuente, 
por la puerta ya dijimos que no hab¡a nada que hacer. Nuestro 
objetivo era arreglar y adecentar la tumba de nuestro abuelo, 
padre de nuestras madres y que no llegamos a conocer. Nada mas 
llegar a la tumba nos pusimos con todo nuestros esfuerzos a la 
limpieza de la misma. Algunas personas nos ayudaron con sus cubos 
llenos de agua, desde una fuente cercana, a llevarlos hasta la 
tumba. Cuando estaba toda fregada, reluciente y brillante, 
veiamos que las dem s estaban llenas de macetas con flores 
tra¡das desde otros jardines, o compradas en la Ca¤ada, Castelar 
o junto al urinario que exist¡a frente a la puerta del 
cementerio. A¤os mas tarde quitaron ‚ste porque, dec¡an, era 
antiest‚tico y hac¡an cosas feas algunos deprabados. La persona 
que tenga ganas de miccionar o incontinencia en la vejiga las 
tendr  que pasar canutas. Nos miramos y nos le¡mos nuestras 
peque¤as mentes, y acto seguido empezamos a trasladar de otras 
tumbas flores y macetas a la de nuestro abuelo, que mas bi‚n iba 
pereciendose a la de un difunto enterrado ese mismo dia, y en 
verdad que daba el pego, porque llegamos incluso a ponerle una Šcorona en la que dec¡a: "Tus nietos no te olvidan". Cuarenta a¤os 
despu‚s no recuerdo si el primo Juan anduvo buscando la corona 
con la frase de unos nietos que no olvidan a su abuelo, sin haber 
llegado a conocerlo, o fu‚ la casualidad la que se nos present¢ 
aquel d¡a, mas bi‚n creo que fu‚ lo £ltimo.
Todo ‚ste esfuerzo nos llev¢ la ma¤ana entera, siendo la 
admiraci¢n de muchos familiares de vecinos de mi abuelo,"...que 
ni¤os mas apa¤ados.." decian, y a la hora del almuerzo nos fuimos 
tan contentos y dichosos de haber puesto la tumba de ‚ste como un 
verdadero jard¡n, con tantos ramos y macetas encima de la l pida, 
y como colof¢n la corona con su lazo negro de "tus nietos no te 
olvidan". No me digan que eso no es cari¤o en el recuerdo a un 
abuelo, padre de nuestras madres.
Al dia siguiente me encontraba con mi madre en casa de la 
suya, mi abuela, viuda del que le pusimos la tumba hecha un 
zarzillo. Era por la tarde y mi madre comentaba con la tia 
Virginia, mas bien le preguntaba, si ‚sta hab¡a estado en el 
cementerio arreglando la tumba de papa, extra¤ ndose que tuviera 
tantas flores, y "..fijate Virginia, me han dicho que tiene 
hasta una corona". Ya iba a decir con toda mi inocencia y candor 
que entre el primo Juan y yo fuimos los artifices de tan 
ajardinada tumba, cuando el duendecillo de la alarma me dec¡a 
alocadamente, siseandome al oido, que lo del cementerio no estuvo 
bien, y sabiendo que al final mi madre lo descubrir¡a, sal¡ 
corriendo como alma en pena en busca de mi primo y socio para 
prevenirle de la tormenta que se nos ca¡a encima. A mi se me 
dilat¢ la vejiga en la carrera que me pegu‚ para avisar al primo 
Juan, y la agita amarilla rodaba por mis piernas llenas de 
porrazos y moratones a¤ejos. A ‚ste le di¢ por emigrar a 
Cabrerizas enfundado en un abrigo corto, mas tarde me dijo que 
hab¡a llegado, andando, hasta Regulares, hoy Legi¢n, creyendo que 
eso iba a apaciguar la tormenta. Al final todo qued¢ en unos 
pellizcos en plan blanditos por parte de mi madre, y alguna 
carrera de mi tia en pos de mi primo. El cari¤o hacia los abuelos 
debe ser el reflejo que recibimos de sus hijos, nuestros padres. 
Reciban un saludo.