Bolones 19/05/1998
Desde la explanada del cementerio, calle Castelar abajo,
torciendo a la izquierda por Sagasta y desembocando por la de
Cadiz hasta la pared lateral de la panaderia Aznar, era el
recorrido de rigor de los carrillos de bolones. Y digo carrillo
porque as¡ era como le dec¡amos, los carritos ‚ran los que usaban
los peque¤os tirando de ‚llos con una cuerda, igual que hoy.
stos carrillos los hicimos famosos los ni¤os de Melilla.
Habr quien recuerde a algunos de pantal¢n corto hasta las
rodillas, con las piernas llenas de mataduras de los porrazos,
montados en una caja de madera con dos ejes y cuatro ruedas. El
carrillo se compon¡a de una caja de madera, a ser posible de
leche Esbensen o un vino Rioja muy famoso, por ser ‚stas bastante
duras. Se le quitaba un lateral y las tablas se reforzaban con
tablitas cortas. Luego se le acoplaba el eje trasero con dos
ruedas grandes, ‚stas eran los rodamientos que nos daban en los
talleres de mec nica, y alg£n que otro padre ben‚volo agenciaba
para su hijo, clav ndolo y teniendo cuidado al hacerlo para que
la punta del clavo no saliera por dentro de la caja y te
destrozara los pantalones y lo que era peor, clavartelo en los
gl£teos. Una vez que tenias la parte trasera, la colocaci¢n del
eje-guia delantero era mas dif¡cil y laborioso, hab¡a que buscar
los rodamientos mas peque¤os, colocarlos muy ajustados al eje y
hacerle un agujero en el mismo centro para que pudiera pasar el
tornillo y as¡ el movimiento con una soga amarrada a cada extremo
pudiera ser conducido y llevarlo donde quisieramos. El carrillo
ya estaba construido, a veces era una sociedad limitada, donde
solamente disfrutaba el que lo constru¡a, otras era an¢nima y
siempre quer¡an ser todos los que que llevar la guia, aunque
fuese la soga. El que no aportaba nada, a ese lo dejabamos
montar, pero cuando ya estaba deslomado de tanto empujar. La
cueldad infantil, como veran no era sut¡l. Sol¡a ser el mas
ro¤ica, como Pepito "Lemoco", ya se imaginan porqu‚ el apelativo,
era el ni¤o que mas mocos ten¡a de toda la pandilla. El recorrido
que he descrito al principio, sin ser Montmel¢ o Jerez, nos
serv¡a para nuestros fines carreristicos de carrillos de bolones.
Lo de bolones es por las bolas de acero que tienen los
rodamientos en su interior, que bien engrasadas y rodando en
calles lisas te duraban como m ximo de ocho a diez dias.
Recuerdo que hab¡a que tener cuidado al lanzarte por la
Ca¤ada, Castelar abajo, porque si al llegar a Sagasta te sal¡a un
se¤or con cara de pocos amigos armado de un martillo, no es que
se liase a martillazos contigo, a veces se le vislumbraban en los
ojos las ganas, si no con el pobre carrillo, aunque fueras
estrenandolo y con muchas horas de trabajo y d¡as de buscar
ruedas, maderas etc., te lo destrozaba. Pero si le promet¡as,
llorando a moco tendido, que ya no ibamos a pasar mas por su
puerta, el hombre solo te dec¡a que ser¡a la £ltima vez que
avisaba, y que tu padre se enterar¡a de ‚sto. Hay que decir en
honor a la verdad que los famosos carrillos no ten¡an
silenciador. Imaginense a las cinco de la tarde, en plena
can¡cula, con el Lorenzo pegando sin contemplaci¢n, sin tener que
asistir al colegio y con todos los vecinos de Sagasta y Cadiz
dormitando la siesta de rigor, oyendo ‚stos, increscendo, un
ruido atronador procedente del cementerio, tres o cuatro cajas
con dos enanos en cada una, a veces ibamos tres, y lanzados a
tumba abierta. La suela de goma que le clavabamos a la guia como
freno al pisarla contra el suelo, echaba humo, as¡ que cuando
llegabamos a la mitad de Sagasta para coger la cuestecilla de
Cadiz estabamos salvados, la inercia nos lanzaba hasta la pared
negra de ventanas llenas de holl¡n, oliendo a pan, de Aznar.
Tambi‚n hay que aclarar que Melilla pose¡a un parque m¢vil mucho
mas reducido que hoy en d¡a. Recuerdo que en aquellos a¤os hab¡a
un taxi de color verde marca Ford y con estribo, era una reliquia
que siempre estaba en la parada de la calle Arturo Reyes.
Š Cuando observabamos que nuestros carrillos de bolones
pesaban sobre ellos la orden de caza y captura, los hac¡amos
desaparecer durante varios d¡as en nuestras casas. Los papeles de
los caramelos mas sabrosos que he comido en mi vida nos serv¡an
de billetes para el pago del juego del "Vaaa.., Dichooo ".
Unjuego muy simple, pero muy bonito. Era raro el ni¤o que no
ten¡a una media suela de goma recortada y redondeada en un
bolsillo del pantal¢n y en el otro un fajo de envoltorios
(billetes) de caramelos. Se jugaba por parejas o por tr¡os, el
primero que lanzaba la media suela procuraba hacerlo lejos para
el que le segu¡a de mano no pudiera acercarse a una cuarta, que
era la medida que se ten¡a para cepillarse dos o tres billetes
caramelosos del contrario. Los tebeos del Guerrero del Antifaz,
Roberto Alcazar y Pedr¡n, F. B. I. etc. eran moneda de cambio
para las bolas, trompos y alg£n que otro grillo chill¢n guardado
en el bolsillo con todo nuestro cari¤o.
Todos ‚stos juegos, la construcci¢n de los carrillos de
bolones, los huesos de los albaricoques, con su o¤ita, o¤ate y
chocolate y al hoyo, el trueque de todo ‚sto por tebeos, a
algunos ni¤os de Melilla les sonar a catacumbas. A los padres y
abuelos s¡ les sonar y creo que les arrancar‚ una sonrisa de
nostalgia en el recuerdo.
torciendo a la izquierda por Sagasta y desembocando por la de
Cadiz hasta la pared lateral de la panaderia Aznar, era el
recorrido de rigor de los carrillos de bolones. Y digo carrillo
porque as¡ era como le dec¡amos, los carritos ‚ran los que usaban
los peque¤os tirando de ‚llos con una cuerda, igual que hoy.
stos carrillos los hicimos famosos los ni¤os de Melilla.
Habr quien recuerde a algunos de pantal¢n corto hasta las
rodillas, con las piernas llenas de mataduras de los porrazos,
montados en una caja de madera con dos ejes y cuatro ruedas. El
carrillo se compon¡a de una caja de madera, a ser posible de
leche Esbensen o un vino Rioja muy famoso, por ser ‚stas bastante
duras. Se le quitaba un lateral y las tablas se reforzaban con
tablitas cortas. Luego se le acoplaba el eje trasero con dos
ruedas grandes, ‚stas eran los rodamientos que nos daban en los
talleres de mec nica, y alg£n que otro padre ben‚volo agenciaba
para su hijo, clav ndolo y teniendo cuidado al hacerlo para que
la punta del clavo no saliera por dentro de la caja y te
destrozara los pantalones y lo que era peor, clavartelo en los
gl£teos. Una vez que tenias la parte trasera, la colocaci¢n del
eje-guia delantero era mas dif¡cil y laborioso, hab¡a que buscar
los rodamientos mas peque¤os, colocarlos muy ajustados al eje y
hacerle un agujero en el mismo centro para que pudiera pasar el
tornillo y as¡ el movimiento con una soga amarrada a cada extremo
pudiera ser conducido y llevarlo donde quisieramos. El carrillo
ya estaba construido, a veces era una sociedad limitada, donde
solamente disfrutaba el que lo constru¡a, otras era an¢nima y
siempre quer¡an ser todos los que que llevar la guia, aunque
fuese la soga. El que no aportaba nada, a ese lo dejabamos
montar, pero cuando ya estaba deslomado de tanto empujar. La
cueldad infantil, como veran no era sut¡l. Sol¡a ser el mas
ro¤ica, como Pepito "Lemoco", ya se imaginan porqu‚ el apelativo,
era el ni¤o que mas mocos ten¡a de toda la pandilla. El recorrido
que he descrito al principio, sin ser Montmel¢ o Jerez, nos
serv¡a para nuestros fines carreristicos de carrillos de bolones.
Lo de bolones es por las bolas de acero que tienen los
rodamientos en su interior, que bien engrasadas y rodando en
calles lisas te duraban como m ximo de ocho a diez dias.
Recuerdo que hab¡a que tener cuidado al lanzarte por la
Ca¤ada, Castelar abajo, porque si al llegar a Sagasta te sal¡a un
se¤or con cara de pocos amigos armado de un martillo, no es que
se liase a martillazos contigo, a veces se le vislumbraban en los
ojos las ganas, si no con el pobre carrillo, aunque fueras
estrenandolo y con muchas horas de trabajo y d¡as de buscar
ruedas, maderas etc., te lo destrozaba. Pero si le promet¡as,
llorando a moco tendido, que ya no ibamos a pasar mas por su
puerta, el hombre solo te dec¡a que ser¡a la £ltima vez que
avisaba, y que tu padre se enterar¡a de ‚sto. Hay que decir en
honor a la verdad que los famosos carrillos no ten¡an
silenciador. Imaginense a las cinco de la tarde, en plena
can¡cula, con el Lorenzo pegando sin contemplaci¢n, sin tener que
asistir al colegio y con todos los vecinos de Sagasta y Cadiz
dormitando la siesta de rigor, oyendo ‚stos, increscendo, un
ruido atronador procedente del cementerio, tres o cuatro cajas
con dos enanos en cada una, a veces ibamos tres, y lanzados a
tumba abierta. La suela de goma que le clavabamos a la guia como
freno al pisarla contra el suelo, echaba humo, as¡ que cuando
llegabamos a la mitad de Sagasta para coger la cuestecilla de
Cadiz estabamos salvados, la inercia nos lanzaba hasta la pared
negra de ventanas llenas de holl¡n, oliendo a pan, de Aznar.
Tambi‚n hay que aclarar que Melilla pose¡a un parque m¢vil mucho
mas reducido que hoy en d¡a. Recuerdo que en aquellos a¤os hab¡a
un taxi de color verde marca Ford y con estribo, era una reliquia
que siempre estaba en la parada de la calle Arturo Reyes.
Š Cuando observabamos que nuestros carrillos de bolones
pesaban sobre ellos la orden de caza y captura, los hac¡amos
desaparecer durante varios d¡as en nuestras casas. Los papeles de
los caramelos mas sabrosos que he comido en mi vida nos serv¡an
de billetes para el pago del juego del "Vaaa.., Dichooo ".
Unjuego muy simple, pero muy bonito. Era raro el ni¤o que no
ten¡a una media suela de goma recortada y redondeada en un
bolsillo del pantal¢n y en el otro un fajo de envoltorios
(billetes) de caramelos. Se jugaba por parejas o por tr¡os, el
primero que lanzaba la media suela procuraba hacerlo lejos para
el que le segu¡a de mano no pudiera acercarse a una cuarta, que
era la medida que se ten¡a para cepillarse dos o tres billetes
caramelosos del contrario. Los tebeos del Guerrero del Antifaz,
Roberto Alcazar y Pedr¡n, F. B. I. etc. eran moneda de cambio
para las bolas, trompos y alg£n que otro grillo chill¢n guardado
en el bolsillo con todo nuestro cari¤o.
Todos ‚stos juegos, la construcci¢n de los carrillos de
bolones, los huesos de los albaricoques, con su o¤ita, o¤ate y
chocolate y al hoyo, el trueque de todo ‚sto por tebeos, a
algunos ni¤os de Melilla les sonar a catacumbas. A los padres y
abuelos s¡ les sonar y creo que les arrancar‚ una sonrisa de
nostalgia en el recuerdo.
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