Biciclo 19/05/1998
Una hora de paseo en bicicleta, de pi¤¢n fijo y semi rota,
costaba cuatro pesetas. Creo que en aquellos a¤os, en Melilla,
exist¡an tres talleres de alquiler; el del Real situado frente al
"cinillo" del mismo barrio, el de la Cruz de los Caidos
frente a la Cruz Roja, y el del Pol¡gono, en la calle Garc¡a
Cabrelles frente a la fuente del Bombillo. Para nosotros, los
ni¤os de Ataque Seco y el Carmen, aunque a esos dos barrios se
le denomine El Carmen, para los de calle Castell¢n, Duque de la
Torre (Teruel), Castelar (La Ca¤ada) y una acera de Padre
lerchundy, la casa del cura del cementerio la incluiamos como
nuestra zona, la arboleda de eucaliptus era nuestro campo de
batalla, ni eramos de Ataque Seco ni de las Canteras del Carmen.
Cuando llegabas al taller del Bombillo con las 4 pesetas reunidas
con sangre, sudor y l grimas de cocodrilo, derramadas delante de
tus familiares mas facilones de sacarles los cuartos, reunidas
gorda a gorda (10 cts) hasta llegar a las cuarenta que te ped¡a
el due¤o eras todo ilusi¢n. Una vez que tu peque¤o trasero
vestido con pantal¢n corto hasta la rodilla, a veces sin
bolsillo, con el problema que se ten¡a al no poder guardar el
trompo, las chapas de gaseosas y cervezas, junto con los papeles
de envolver los caramelos extranjeros que llegaban a Melilla,
que luego nos serv¡an como moneda de cambio para el pago de los
tebeos y demas tesoros, con las piernas llenas de mataduras y
cardenales, colgando ‚stas sin llegar a los pedales, se ve¡a
montado en el sill¡n medio roto eras el ni¤o mas feliz de toda
Melilla. Si al llegar al Instituto de Bachillerato, la cadena se
sal¡a del pi¤¢n y el pedal se disparaba dando vueltas por primera
vez, hab¡a que tener mucho cuidado porque en una de esas vueltas
podia darte en las pinillas, y ya pod¡as bajarte, llorar,
patalear y decir aDios a las cuarenta gordas e irte a tu casa
herido, cojo y mosqueado porque el del taller no te devolv¡a ni
una chica (5 cts). Pero cuando la cadena estaba bien engrasada y
enfilabas Isabel la Cat¢lica rumbo a la cuesta de la Shell hasta
la frontera de Farhana, eras todo un h‚roe del ciclismo.
A la vuelta y consumidos 45 minutos, le ponias el turbo a
los pedales y a tumba abierta te lanzabas por la gasolinera
abajo, cruzando el puente y metiendote nuevamente en Isabel la
Cat¢lica como un Indurain enano. Los cruces de Cuatro Caminos y
Comandancia estaban "chupaos", siempre que el guardia que
regulaba la circulaci¢n, un se¤or muy simp tico con los ni¤os y
que parec¡a mas bien un robot, por sus movimientos tan perfectos
de brazos y vueltas en redondo, no estaba. Recuerdo que ese
guardia siempre ten¡a montones de articulos de Navidad al rededor
suyo en las fechas de las pastorales con zambombas callejeras.
Cuando llegabas al taller a devolver la bici, no s‚ como te
las apa¤abas que siempre llegabas tarde, pero no por disfrutar
del paseo, si no que el sill¡n lo llevabas en la mano, la cadena
arrastrando por el suelo y las manos perdidas de grasa, y lo mas
grave, el pantal¢n o blusa limpia que te habias puesto hac¡a un
rato la llevabas como el mono del hijo del due¤o del garage, o
sea un asquito.
Por aquellos a¤os en Melilla, solo ten¡an bicicleta los
ni¤os que sus padres pod¡an pagarla, los que las alquilabamos en
esos talleres parec¡a que disfrutabamos mas de ella, a pesar de
las manchas, caidas y pedalazos en las piernas. Eramos los ni¤os
mas disfrutones que se pod¡an ver en Melilla. En estos tiempos se
podr¡a abrir un club con el titulo de: "Ciclistas de bicis
cutres", otros dir¡an cochambrosas. Cuando el paseo era a Rostro
Gordo era una verdadera odisea a prueba de titanes. Las
bicicletas de entonces parec¡an que las fabricaban de plomo, por Šel peso, pero eso no era excusa para que nosotros, ni¤os de diez
a doce a¤os, y con ganas de superar al que llevabas a tu lado
pedaleando sirviera de h ndicap que te obligaba a ser mas
"hombre". Mis recuerdos son que a los pinos solo llegabamos unos
pocos, y no siempre los mismos. Alg£n cobrador de la COA de
aquellos a¤os recordar a unos ni¤os que se serv¡an del pasamanos
de la puerta trasera del autob£s para subir el trecho del paseo
de Col¢n al poblado. Todas ‚stas aventuras eran casi siempre en
verano, y seguramente alguien las recordar y casi sonreir con
un poquito de nostalgia de aquellos "gloriosos" paseos en
bicicletas cutres.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home