lunes, enero 09, 2006

Carta a El País 17/01/2000



¿Cuándo el Estado español, mas bien el Gobierno de turno, le plantará cara al vecino del sur, al hermano menor y le diga de una vez por todas que las dos ciudades españolas del norte de África, Ceuta y Melilla, no deben entrar en ninguna conversación de ningún nivel diplomático? A no ser que sean de temas de buenos vecinos que están condenados a entenderse, como decía el hermano mayor, ya fallecido.
Me extraña el portavoz del gobierno alauita cuando dice: “El Gobierno marroquí muestra su gran extrañeza y lamenta estas declaraciones inapropiadas que intentan proyectar en el porvenir un anacronismo del pasado”; por las palabras como representante del PP del Presidente del Gobierno Sr. Aznar en Melilla; éste por lo menos ha viajado a la ciudad, aunque haya sido buscando votos perdidos y echándose flores en loor de los pocos correligionarios que había en el pabellón de deportes, poniendo verde a la oposición, como siempre hace, oposición a la oposición. Mucha gente de su partido cree que debió hacerlo con el Rey en las dos ocasiones trágicas: rotura del depósito de agua de Cabrerizas y el accidente del avión en Tres Forcas. Ahí perdieron bastante popularidad entre la gente sencilla, que no entendíamos cómo era posible haber visto cuando la desgracia de Badajoz, al Príncipe Felipe y al propio Aznar con varios ministros estrechando las manos, uno por uno de los familiares de los fallecidos en la riada. Sin embargo a Melilla sólo la visitó un ministro de segunda línea, no un vicepresidente de los dos que existen en este gobierno, y una de las infantas con su marido. Y no digamos del V Centenario (1.997) de la ciudad, al que fue sólamente otro ministro de segunda fila cuando esas fechas fueron un acontecimiento que toda la Nación debió sentirse orgullosa y mas bien parecía la visita a una boda de un tío rico a un pariente pobre.
El sentimiento de soledad y abandono a que nos tienen acostumbrados las altas autoridades de la Nación con respecto a Ceuta y Melilla es de indignación, porque sólo vienen al rebusco de votos que volaron aburridos de tanta desvergüenza política. La muestra la vimos en las últimas elecciones locales, y algo de la otra, de la dignidad personal. De ésta, aderezada de bochorno, la sentimos en nuestra alma porque vemos que el vecino de enfrente, sin tener aspecto de esquiador deja plantado a nuestro ministro de AAEE, pareciendo mas bien una pataleta de Hermano pequeño cabreado. Según la balanza de pagos le debe al Hermano mayor unos cuantos milloncejos, a pesar de todo: como vayas otra vez a Ceuta y Melilla me cabreo y no te hablaré, y ahora me voy a esquiar. Yo, como muchos nacidos en esas ciudades no entiendo de política económica ni de la otra, la que vemos a diario en televisión o en los periódicos; lo que sí entiendo es la política de la calle desde que tengo uso de razón, y es que mi ciudad es España, y no quisiera que se leyera como el clásico tópico españolista patriotero; deseo que se entendiera que lo digo con toda la firmeza que se merecen los nacidos en esas dos ciudades históricas, y no de reivindicación, porque España no tiene que reivindicar nada, ya que es parte de su cuerpo.




Málaga 17 de Enero de 2000