lunes, enero 09, 2006

Hace poco tiempo 01/12/1999

Hace poco tiempo, un señor, entendido en historia de nuestra ciudad, me porfiaba que en Melilla solo hubo un único ferrocarril que era el que traía el mineral de Uíxan para descargarlo en el puerto; todo melillense sabe que el famoso cargadero de mineral servía para el atraque y carga de buques con bandera de muchos paises de mundo. Bien, ese era uno, quizás el mas importante y el que todos conocemos, pero mira por donde mi padre, criado en Melilla desde muy temprana edad, -murió octogenario y enterrado junto a su compañera, mi madre,en La Purísima, cementerio de héroes como él lo denominaba, y así es en verdad-, enamorado de nuestra ciudad hasta la médula, me contaba que su padre viajó en un trenecillo que tenía la ruta del puerto al Polígono. Yo imagino que mi abuelo viajaría en un tren militar que transportaba los pertrechos del ejercito para las tropas acantonadas en el Polígono y sería por poco tiempo ya que existen pocos datos de este trenecillo. Y como ya estamos en el Polígono hablaremos de dos establecimientos muy singulares que había allí en distintas épocas. Yo supongo que muchos cincuentones recordarán el hotel Colón, que existía al final de la calle García Cabrelles, cerca de la pequeña gasolinera, bueno, pues ese hotel fue antes un restaurante llamado Asia; y muchos os preguntareis el porqué el nombre de un continente tan lejano. Mi padre me contaba que el nombre era debido a que su dueño, José Torres Pubill (este nombre lo localicé mas tarde), perteneció al Regimiento Asia con guarnición en Melilla en la última década del siglo pasado, y al licenciarse fijó su residencia en Argelia; pero al enterarse que su regimiento entraba en combate se ofreció a los jefes siendo rechazado. El no se amilanó y siguió en la ciudad ayudando a los soldados de su unidad y al término de la campaña instaló el que sería primer restaurante, medio decente, abierto al público en Melilla. Frente a este hotel, existía una taberna en la esquina de García Cabrelles con la explanada del Rastro: La taberna tenía un cartel en el que se podía leer: “La Oficina”; bonito nombre guasón para un establecimiento de bebidas. Su dueño, coetáneo de Torres Pubill, se llamaba Don José, José el Montañés, como gustaba que lo llamasen. Este Don José siempre llevaba una toalla rodeándole el cuello, que era la misma que usaba para limpiar las dos mesas con armazón de hierro y tablero de mármol que tenía en el local; las malas lenguas decían que eran dos lápidas de tumbas de niños puestas boca abajo; pero yo no lo creo porque muchas veces me agaché siendo un crío para ver si de verdad había algún epitafio, cruz o nombre de alguien y nunca lo vi. Don José era muy peculiar con respecto en atención al público; si alguien le solicitaba una consumición, estando atareado en otra cosa y el cliente se impacientaba, no dudaba ni un momento en decirle: “ Le ruego caballero que salga de mi establecimiento”, así tal como suena , quedándose tan tranquilo. Pero lo más gracioso y teniendo en cuenta que Don José no estaba dotado de simpatía alguna, al menos en apariencia, cuando servía un vaso de vino, con toda la seriedad que le caracterizaba, decía a viva voz: “Señores, vamos a comer”. El que iba por primera vez se pensaba que le iba a poner una tapa de callos o de otra cosa y lo que le ponía en un diminuto plato de plástico marrón con forma de huevo era una aceituna, si señor, una solitaria y tristona aceituna y si era de las partidas te decía como con pena: “ Ahí va una martirizada”. Estos recuerdos anecdóticos para unos son agradables si los ha conocido y si no es así son esclarecedores por los tintes históricos que contienen. Reciban un cordial saludo desde Málaga