lunes, enero 09, 2006

Españolísimo 25/04/2000

Yo soy nieto, hijo y padre de malagueños, pero melillense de nacimiento y como tal ejerzo mis derechos de hijo legítimo de la ciudad. Así se lo dije a un buen señor que se extrañaba de mi celo por la patria chica. "Os creéis mas españoles que nadie", me decía, creyendo que mi amor por Melilla es enfermizo . Mi amor por la ciudad que me vio nacer es el mantenimiento de una llama viva a la que procuro nunca deje de alumbrarme en mis pensamientos. Mientras que en Europa sonaban tambores de guerra y todas las naciones del mundo la acompañaban con los clarines militares cabalgando a lomos de los caballos del Apocalipsis, mi madre se encontraba con los dolores de parirme. A pesar de la fecha tan desastrosa para España y el mundo yo vine a la vida con todos los permisos avalados por mis padres. A esos años tan difíciles, mi padre les llamaba, en plan castizo, años del dibujo, queriendo referirse al hambre que padecían la mayoría de los españoles, y a pesar de todos los pesares mi infancia fue feliz y eso es lo que mejor recuerdo. A pesar de que en Melilla, en aquellos años tan gloriosos y sobrándonos a los niños todas las horas del día yo siempre llegaba tarde a mi casa con cualquier excusa sazonada de mentira juguetona. También recuerdo la hermosura y belleza de sus calles recoletas, anchas, estrechas, escalonadas y de cuestas. A los dos pulmones verdes Hernandez y Lobera. Al cementerio de la Purísima, hogar eterno de héroes donde también reposan mis muertos.
Sin tener idea de como se coge un pincel, yo tengo a Melilla pintada en un cuadro en mi mente donde la veo con la nitidez de un amanecer primaveral vista desde el Gurugú. Nunca la veo con colores grises ni difuminados, para mi siempre es clara y limpia. Desde ese monte, donde Marte se enseñoreó en 1909 pareciendo que se ríe desde su ruinoso castillo, puedo divisar todo el verde y azul del mar juntándose con el añil del cielo y besándose desde sus playas. Y si bajo la mirada parece que el aire canta con el sonido de un clarinete acompañándole el aullido de un perro de media noche en las callejuelas de Ataque Seco. El calor humilde que Melilla tiene reservado para sus visitantes es la tónica de sus ciudadanos. Nuestro venerable idioma de Cervantes, a todos los nacidos en la ciudad, nos hace surcos profundos desde hace 500 años. Cuando le dije que mi ciudad lo guarda como una gran riqueza salida del crisol de las distintas culturas que la componen, quedó un poco extrañado creyendo otra cosa, le parecía raro que un musulmán, un cristiano, un judío y un hindú pudieran convivir en un trozo de tierra tan pequeño.
Hay también gente que a los cristianos nacidos en Melilla nos llaman, peyorativamente hablando, moros, como si esa palabra fuese ofensa alguna. Pérez Galdós decía al respecto : " El moro y el español son mas hermanos de lo que parece. Quiten un poco de religión, quiten otro poco de lengua, y el parentesco y el aire familiar saltan a los ojos. ¿Qué es el moro más que un español mahometano?". Como yo no soy tan cultivado como Don Benito les remito al diccionario y que escojan la acepción que mas les cuadre.
Como todo el mundo, yo tengo un lugar en mis pensamiento tan romántico que cuando escribo de mi tierra, Melilla, es como si llegara al oasis de mi vida. Hay quien le llamaría cursilada, sin saber que es el recuerdo de lo que hicimos en la niñez y juventud, siendo esto el principio de gestos y maneras que llevaremos toda nuestra vida, aunque a algunos les pese como una losa hasta que se le olvide de respirar.
Un abrazo y que os vaya bién.


Juan Jesús Aranda López