domingo, enero 08, 2006

Prensa 3 19/05/1998

Yo no se como estar  de limpia Melilla en estos tiempos que 
corren, lo que si les puedo asegurar, y muchos que nacimos en los 
cuarenta, es que la ciudad, en los cincuenta era una de las mas 
bonitas y limpias de Espa¤a. El ca¤¢n de las doce con su 
estropajo volando por el cielo de Ataque Seco era una de las 
atracciones de los ni¤os de Castell¢n y Duque de la Torre. A 
prop¢sito de ‚sta calle, me gustar¡a que alguien del 
Ayuntamiento, por medio de ‚ste peri¢dico, dijera en que fecha 
rotularon ‚sta con el de Teruel, nombre que siempre he conocido, 
y lo mas parad¢gico, es que a esa misma calle siempre se le ha 
llamado calle Duque, o sea, ni Teruel ni el del propio General 
Serrano (Duque de la Torre). Me imagino que como el dia 6 de 
Enero de 1848, ‚ste general, bastante amigo de Isabel II, ocup¢ 
las Chafarinas, Melilla le dedicara esa calle rotulandola con uno 
de sus titulos nobiliarios, aunque tambi‚n lo era de la Victoria.
Recuerdo que en verano, meses de est¡o, ba¤os y fiestas de 
barrios, con su Jua ardiendo, circulaban por ‚stas calles 
vendedores y cambistas de ropa y muebles viejos por ollas y 
coladores nuevos, coladores que tardaban en romperse nada mas 
colar tres o cuatro vasos de caf‚, y las ollas, a los dos potajes 
que se hicieran en ‚lla, hab¡a que darsela al latero callejero. 
Tambi‚n hab¡an dos personajes muy peculiares, los cuales, cada 
vez que como un helado o un caramelo pegajoso, de los que se 
pegan al cielo de la boca y cuesta trabajo tragartelo, los 
recuerdo con simpat¡a. Uno de ellos, el de la ca¤ad£, aparte del 
caramelo pringoso pegado a un palo (arrop¡a), ‚ste a£n mas 
pringoso, tengo que decir que vend¡a ca¤as de azucar troceadas, 
cortandolas con una navaja, que mas bien parec¡a un corta u¤as, 
que apenas se le ve¡a en sus mugrientas manos. Nunca supe su 
nombre, era de una estatura media y complexi¢n fuerte, las ca¤as 
de azucar pesan lo suyo si las llevas a cuestas durante varias 
horas, con gorra de visera de los felices veinte, y creo que esa 
misma gorra la conservaba desde entonces. El cargamento et¡lico 
siempre lo llevaba a tope. El bar Cruz de la calle Margallo y la 
bodega Madrid eran sus zonas de aprovisionamiento, creo que su 
cosecha se la bebi¢ enterita por aquellos felices a¤os.
El de los helados era un se¤or spero y con cara de pocos 
amigos. La limpieza era su lema, cambiaba el agua de enjuagar los 
moldes en varias casas de su recorrido. A los ni¤os churretosos 
los martirizaba con el trapo mojado restregandoselo en la cara 
diciendo: "El que nace lech¢n, muere cochino". Una forma muy 
refranera de llamar guarro al n¤o y descuidada a la madre. Cuando 
se le ve¡a aparecer por los eucaliptos del Cementerio, los 
"mocosos" se escond¡an huyendo de los restregones, y los 
"limpios" se le acercaban con una humildad propia de angeles, a 
veces con el esfinter a punto de abrirse. Ten¡a mucha tela el 
dichoso heladero. Cuando sonre¡a se le pod¡a ver una dentadura 
deteriorada que pocas veces ense¤aba, por eso casi nunca re¡a. 
Tambi‚n hab¡a que comprenderlo, no creo que tuviera ganas de 
bromear con los ni¤os juguetones de la calle Castell¢n, despu‚s 
de arrastrar el carro varios kil¢metros a pleno sol y a una hora, 
de tres a cuatro de la tarde que en Melilla, el rubio Lorenzo 
pega de justicia. Lo que si es cierto, y todos los ni¤os de 
aquella ‚poca pondr¡amos las manos en el fuego, es que sisaba en 
los moldes de los helados. Para nosotros, eso era una Šmonstruosidad, provocando las protestas lloronas de toda la 
ni¤eria. Y si alguno se le ocurr¡a decirle que no estaba de 
acuerdo con la porci¢n de helado que pon¡a en el molde, el muy 
ladino, de un manotazo te lo quitaba, te pon¡a mas cantidad y ya 
pod¡as despedirte de comprarle un helado durante ese verano, 
porque ibas listo, ten¡as que mandar a un amigo, con la 
consiguiente merma de los lametones que le daba por el mandado, 
claro est .

Del carrito tiraba
el tio de los helados,
otro vendia ca¤ad£,
a gorda el cacho.
En la calle Castell¢n
los ni¤os corriamos
con tres gordas en la mano, y
! Mariquita el £ltimo !.
El de los helados
era serio y rob¢n,
el de la ca¤ad£,
borracho y respond¢n.


Juan Jesus Aranda Lopez