Recuerdos Roldán 29/10/1997
Puede que melillista sea la palabra que defina a las personas seguidoras del equipo de fútbol de Melilla y melillismo el orgullo de los nacidos, o adoptivos, amantes de la ciudad que la sienten como patria chica. Yo tengo otra palabra que la Real Academia no la recoge en sus páginas y es MELILLEZ, y me explico: Cuando viajo a la ciudad, siempre por vacaciones, mis visitas obligadas son bastante raras a los ojos de mucha gente. Me gusta subir por la calle San Miguel y recordar el bar de un señor que hacía, y siguen haciéndose, las tortillas de patatas más sabrosas que ningún otro bar de la ciudad. El truco es, según los entendidos en la cocina, que las patatas están cocidas y luego revueltas con el huevo para finalmente hacerlas tortilla. Disfruto del placer de andar por el Pueblo sin apenas cansarme, me encanta perderme en el tiempo y en los gestos y actos que enmarcan la historia de mi ciudad. Dicen que Miguel Hernández escuchaba como fluía la leche en el vientre de las cabras dormidas y casi nadie se lo creía. Melilla tiene incontables recuerdos que no figuran en los libros de historia, cada piedra de sus murallas es fiel reflejo del sufrimiento de los que la defendieron. Yo no siento fluir la leche de las cabras como Miguel Hernández pero sí tengo el espíritu heredado de los que me dieron la vida para recordar mi niñez y primera juventud en Melilla.
Aunque en mi ciudad siempre sobran las horas, a mí me faltó unas pocas para estar con unos amigos de la infancia, entrañables y llenos de recuerdos de nuestra banda de música infantil. Mi entrañable Paco Roldán, marino, músico y con su sempiterna mella, que lo hizo ser, por su embocadura, el mejor bombardino de España, lo encontré dirigiendo la banda de la Armada en la Plaza de España. Con su modestia de siempre me decía que de director nada, pero todo el mundo sabe que siempre sacó el número uno en todas las oposiciones que se presentó, por eso digo que era el mejor bombardino de toda España. La nobleza y la risa escondida por la pena de la pérdida de su ser querido, nuestra emoción era la manifestación natural del corazón en el recuerdo. También me dieron la sorpresa Pepe Jiménez, (Pepe de Filo), éste tocaba el bombo, la caja y los platillos, siempre con su risa expresiva, como su hermano Luís que tocaba la trompeta y el fliscorno. A Castillo, el niño que vivía en la última casa de la calle Explorador Badía, hoy es subteniente de la Guardia Civil, también le pegaba al bombardino, tuba y helicón, igual que yo, como cuando nos dirigía Don Julio. De éste gran hombre hablamos casi todo el tiempo que nos dejó la lluvia cuando se suspendió el mini concierto en la puerta del Ayuntamiento. Don Julio escribió, en los tiempos que nos enseñó los primeros balbuceos musicales, una partitura titulada “Aromas del Parque Hernández”. Era todo un homenaje con notas de alegría al bellísimo Parque Hernández y a nuestra ciudad. En éstos momentos no sabría decir quién puede tener esos papeles. Quizás si su hijo Manolo (Manolín) leyera estas líneas y supiera dónde están ésas partituras podríamos, entre todos, director de la banda municipal o algún responsable de cultura del Ayuntamiento, sacar a la luz una cosa que su padre lo hizo con todo el cariño, ya que fue uno de los hombres enamorados de su profesión de músico que han engrandecido a Melilla, dando una educación musical, ética y moral, a unos niños hambrientos de cultura que jamás olvidaremos ésa década prodigiosa de los cincuenta. Desde éstas páginas deseo con emoción y en compañía de todos aquellos niños que fuimos de la banda de música de la O.J.E. rendirle el homenaje en el recuerdo de un hombre, cordobés de nacimiento y melillense por amor, que nos enseñó a conocer y querer nuestra ciudad desde una de las maravillas, la música.
Málaga 29 de Octubre 1997
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